La competencia por obtener un trabajo es cada vez más dura ahora que las redes sociales profesionales como Linkedin han enrarecido el terreno de juego.
Ya no basta con haber sido muy bueno en su profesión o haber tenido muy buenas experiencias. Hoy lo que vale es la capacidad de exponerse y venderse de manera que los caza talentos (que se multiplican como roedores) caigan en sus redes de contactos y se logren conquistar.
Es común encontrar ofertas de empleo publicadas en las redes como Linkedin y cuando te llega la noticia, ya hay 450 comentarios anteriores y 600 “me gusta”. No sabes que hacer. Pones un comentario, te conviertes en el candidato 451 y esperas una respuesta que jamás llegará.
¿De verdad habrán examinado los 451 perfiles? Y si lo hicieron, ¿será que mi perfil no es lo suficientemente atractivo para lograr que me contacten?
Algunas veces ponen un correo electrónico y uno hace la tarea de escribir una carta de presentación. Tratamos de que sea persuasiva sin demostrar demasiada urgencia o desesperación. Tratamos de demostrar que estamos calificados pero sin sobrevalorarnos para no parecer muy costosos. Tratamos de conquistar con algún gesto trivial a quien quiera que lea la carta, pero sin dejar de ser sobrios y profesionales.
Y la respuesta nunca llega. Ni siquiera se toman la molestia de enviar un mensaje de “gracias, pero no gracias”.
Recientemente se me ocurrió explorar las redes profesionales con dedicación, en particular Linkedin. En el último año he tratado de examinar las dinámicas sociales que se presentan a partir de tres “bandos” abrumados por la información y el frenético ritmo que está imponiendo la tecnología. Son los siguientes:
Los primeros – Aquellos que tenemos trabajo, pero no descartamos cambiarlo. ¿O qué otra razón hay para que tengamos un perfil tan bien elaborado y detallado?
Los segundos – Aquellos que no tenemos trabajo y tratamos de hacer que nuestro perfil sea lo más completo y adaptable a cualquier oportunidad.
Los terceros – Aquellos que tenemos una vacante y necesitamos llenarla, ya sea para nuestra propia empresa o para un cliente.
Los primeros parecemos ser los triunfadores. Allí estamos con un pomposo cargo en una empresa poderosa, claramente desplegado debajo de nuestro nombre. Luego están detalladas las funciones que estamos haciendo, nuestras responsabilidades y nuestros logros… Todo dentro de un marco profesional y formal de manera que si lo ven nuestros jefes no se note que nos estamos publicitando personalmente. “Es que hoy en día todo el mundo lo hace y no está mal visto”, me explicó un amigo alto ejecutivo.
Los de generaciones anteriores no entendemos esta nueva “fidelidad” a las empresas. Estoy aquí, muy feliz, muy orgulloso de mi cargo, muy bien pagado, pero… uno nunca sabe.
Los segundos parecemos ser los perdedores. Nunca dejamos de entrar a la red para ver qué han publicado nuevo. Allí están los “memes” de autosuperación con frases de liderazgo atribuidas a un famoso actor; los ejercicios de matemáticas que el 95% de las personas no han podido resolver; los lamentos de denuncia de damas que han sido acosadas por mensajes inapropiados; y las ofertas de trabajo, por supuesto, pero que ya han pasado por cientos de manos. Y entonces aplicamos en todos los avisos que vemos porque aunque hayan pasado ya 365 días desde el último cheque de nómina, no perdemos la esperanza.
Y los terceros somos los jueces de la competencia. Como en los recién terminados juegos olímpicos, somos los que tenemos un premio, pero tenemos que descalificar a todos los concursantes menos a uno. Cualquier cosa nos hace levantar la bandera roja. Miramos los perfiles de los 500, generalmente del grupo dos, que se postularon a nuestra oferta con lupa y marcamos rápidamente el defecto eliminatorio. ¡Siguiente!
Finalmente conformamos una lista corta y enviamos a la final a esa docena de elegidos. Pero es posible también que ninguno del grupo dos haya llegado a superar todo el escrutinio y entonces utilizamos las herramientas de búsqueda, o de cacería, y descubrimos a una manada de gacelas del grupo uno pastando tranquilamente y les disparamos un mensaje por el interno para ver cuáles se dejan capturar.
Y entonces, ¿por qué no obtenemos trabajo?
Durante este último año he pertenecido a los tres grupos.
1 – Tengo trabajo, pues por fortuna vivo ocupadísimo como consultor de nuevos negocios en emprendedor.site y también como editor en nuestra empresa familiar. Me mantengo entretenido ayudando a emprendedores o contribuyendo a los proyectos editoriales para niños y grandes de la Fundación Cucú.
Sin embargo… uno nunca sabe. Así que me pasé al grupo dos.
2 – Busqué trabajo, infructuosamente (como lo describí en este otro artículo). Apliqué a todas las oportunidades que vi. Arreglé mi perfil de Linkedin y pulí y actualicé mi CV para enviarlo a todas partes. Pasó un año y no pude lograr una “transición” laboral a pesar de que me propuse activamente a hacerlo.
Por último, como parte de las consultorías que hacemos a los proyectos de emprendimiento, también tuvimos que formar parte del tercer grupo.
3 – Busqué personas. Y aquí sí debo admitir que logré muy buenos resultados recurriendo a las redes sociales. Primero que todo, obtuve una red de contactos muy extensa, (cercana a los 14 mil en Linkedin) que incluye a muchos cazatalentos y personas de RRHH de muchas empresas. Los procesos que llevé a cabo fueron muy exitosos, pero comprobé de primera mano, lo abrumador que es recibir cientos de respuestas a una convocatoria.
Finalmente, luego de revisar infinidad de perfiles como reclutador y de cometer también infinidad de errores como candidato he logrado comprender muchas de las razones por las que somos rechazados para los puestos.
No hay reglas fijas de éxito, pero sí se puede detectar cuando un perfil es ganador y cuando no. Se siente enseguida.
Su primera tarea es lograr que su perfil sea efectivo y constituya una marca personal poderosa para los tiempos modernos.
Empiece hoy mismo.
Guillermo Ramírez