El “mercado” laboral es cada vez más competitivo y difícil de descifrar. Los medios de búsqueda de candidatos y la facilidad con la que los trabajadores pueden ser localizados, además de la gran difusión que tienen las oportunidades de trabajo, hacen que los candidatos para cualquier cargo se multipliquen enormemente.
También influye la proliferación de oficinas de “caza talentos”, que ahora tienen la capacidad de examinar las trayectorias de las personas con toda libertad en las redes sociales profesionales y capturar a su presa con un astuto clic. Lo cierto es que el volumen de ofertas y el volumen de candidatos han convertido la contratación de personas en un proceso industrial casi automatizado.
Se parece a un proceso de suministro de equipos para una industria: se establecen los requerimientos, se hace una lista de chequeo, se evalúan las ofertas frente a la lista y se ve si la máquina, perdón, el candidato cumple o no con las especificaciones. La eliminación de candidatos es expedita y eficiente, de manera que sólo llega a la entrevista un grupo pequeño de calificados que probablemente incluirá al mejor elemento.
El cargo se convierte en un perfil, la persona se convierte en un perfil, si ambos coinciden, perfecto. El proceso pasa la auditoría de calidad de la firma de búsqueda de talentos, los formularios se llenaron y los pasos se realizaron con la rigurosidad exigida en los procedimientos. Otro caso de éxito para el registro y el portafolio, otro cliente corporativo satisfecho y otra cuenta de cobro enviada.
Pero, entre todos los descartados, ¿no estaría el mejor candidato? ¿No sería que lo eliminaron por algún tecnicismo o polarización injusta?
Ha transcurrido casi un año en el que he aplicado a incontables procesos de selección, sin éxito alguno. Algunas veces, muy pocas, han tenido la gentileza de informarme que he sido rechazado. En las demás ocasiones, mi aplicación parece que se fue directo al hoyo negro de la papelera de reciclaje.
Puedo estar muy equivocado, pero he llegado a creer que hay nueve razones por la que mis probabilidades de éxito son bajas:
1 – No soy mujer
Por supuesto que nadie va a admitirlo, pero cuando los reclutadores tienen que presentar tres candidatos a la entrevista final, como usualmente les piden, siempre incluirán al menos una mujer, para que no los califiquen de machistas.
Mi estimado es que las probabilidades de las combinaciones del trío final son así: (H=Hombre M=Mujer)
H-H-H (0%)
M-H-H (10%)
M-M-H (20%)
M-M-M (70%).
Así que por simple matemática, la posibilidad de un hombre de ser elegido en el concurso final no es 1/3=33,3%, sino (0,10*1/3)+(0,20*1/3)=10%
2 – No pertenezco a ningún grupo minoritario
Con la misma lógica anterior, si al final me encontrara frente a frente con una persona perteneciente a un grupo minoritario, mis probabilidades de ser elegido serían mínimas.
El seleccionador no va a elegir al supuestamente privilegiado miembro de la élite que ha tenido siempre ventajas en este país. Si mis estudios fueron hechos en una institución educativa privada se asumirá que he sido privilegiado toda la vida. Si mi experiencia laboral ha sido en alguna multinacional, pensarán que ya tuve mi cuota de privilegio y solamente puedo aplicar a otra posición de privilegio.
La discriminación inversa es muy común en los procesos de selección y cualquier decisión que pueda tener alguna sospecha de polarización o discriminación es evitada como el virus del Zika.
3 – No soy joven
No, no soy milenial o milénico o como quieran denominar a las nuevas generaciones. Si fuera norteamericano, me clasificarían con los baby-boomers, esa generación que se está jubilando o acercando al retiro.
El hecho de que ya haya superado el medio siglo de edad hace que en seguida me clasifiquen de obsoleto. Asumen mi torpeza tecnológica inmediatamente y creen que no entiendo sobre lo que está pasando con las nuevas formas de trabajar, de relacionarse y de hacer negocios.
Descalifican inmediatamente la generación que hacía las cosas en forma “analógica”, mediante lápiz y papel, mediante conversaciones cara a cara, mediante transacciones sociales basadas en la confianza y la palabra empeñada.
4 – No tengo certificaciones
Las calificaciones de las personas tienen que estar respaldadas por documentos de entidades certificadoras, porque lo que alguien afirma en su hoja de vida es mentira hasta que no demuestre lo contrario.
La experiencia tiene que estar respaldada por papeles que la garanticen, los diplomas han de ser escaneados y notariados, la habilidad en un lenguaje tiene que tener una calificación de una institución internacional.
Cada etapa de mi vida académica o laboral tiene que estar reafirmada por un papel de una autoridad creíble, porque lo que yo diga en mi hoja de vida o en una eventual entrevista (si es que me llaman) será considerado sospechoso.
5 – No tengo un CV moderno y “audaz”
En las redes sociales circulan formatos “modernos” del “Curriculum Vitae” diseñados para que los reclutadores puedan tener una visión inmediata de la persona y desecharla o pasarla a la siguiente etapa inmediatamente.
Se asume que la selección hoy en día es un proceso industrial en donde la presentación de un individuo es a través de una “etiqueta” en donde están claramente inventariados los ingredientes del perfil.
Porque no se están buscando personas, sino perfiles. Por eso abundan los artículos en donde recomiendan no incluir nada que no sea “profesional”. Cualquier elemento que dé cuenta de su calidad como ser humano no debe incluirse. No importa quién es usted sino qué es usted como una entidad productiva.
Mi hoja de vida está llena de textos, de comentarios, de narrativa. Es mi vida, es lo que me ha pasado en todos estos años.
¿No le interesa o no tiene tiempo para leerla? Entonces no me llame. Así soy: imperfecto, aburrido, poco emocionante.
6 – No tengo tantos estudios ni logros
En los avisos exigen títulos universitarios y post universitarios y muchos años de experiencia exitosa “comprobada”.
A ver si entiendo. Si yo fuera el perfil maravilloso, estudiado, exitoso y superdotado que ustedes están pidiendo en el aviso, ¿estaría buscando trabajo? Seguramente que no.
Además, ¿quiénes creen ustedes que son para solicitar super humanos para trabajar en su empresa? Ustedes son una empresa común y corriente como cualquier otra y las personas que trabajan allí son también comunes y corrientes, así que dejen de ser tan arrogantes y prepárense para entrevistar a personas comunes y corrientes que están buscando un trabajo común y corriente como el que ustedes tienen en este momento.
7 – No parezco “económico”
En las exigencias de los avisos muchas veces ponen “indicar aspiración salarial”, lo que significa un golpe bajo para el aspirante. Es una de esas preguntas que no tienen respuesta correcta y en cualquier caso significan una situación “pierde-pierde” para las partes. Como cuando una novia pregunta: “¿Me has sido siempre fiel?”.
Primero, indican que el anunciante no tiene claro lo que vale en el mercado laboral un trabajador para el cargo que ofrece. Segundo, se da la idea de que está buscando “lo más barato” que pueda conseguir y que ésta será la primera directiva de la selección. Y tercero, es el indicio de que se trata también de una empresa “barata” y poco seria.
Ahora bien, para el candidato es una espada de doble filo. Si pongo lo que aspiro ganar, tengo el riesgo de que no me llamen por “caro” y si me voy muy bajo, llego en desventaja para una posible negociación. O puedo parecer desesperado.
Otra idea que puede surgir de mi hoja de vida es que soy “sobre-calificado” para el trabajo y que mi aspiración salarial puede ser muy alta. Al principio eso puede resultar halagador, pero es una forma diplomática de descartar a alguien por su edad.
8 – No sé venderme
El nuevo mercado laboral está creando reglas muy extrañas que no son fáciles de asimilar para los que crecimos en otros tiempos.
Las redes sociales profesionales permiten que las personas se exhiban sin ninguna restricción y recato aunque estén felizmente (?) empleadas en alguna organización.
Dentro de la ética profesional tradicional no cabía pensar que alguien propagara a los cuatro vientos su trayectoria y pusiera en evidencia su situación laboral actual dentro de una empresa. ¿Cuál es el mensaje hoy en día? Miren lo que he hecho, miren lo exitoso que he sido, miren lo que estoy haciendo ahora en está empresa… Y contácteme que yo puedo irme de aquí en cualquier momento.
Antes, la competencia por un trabajo se llevaba a cabo entre personas que aplicaban porque estaban sin trabajo o buscando una oportunidad mejor. Ahora todo el mundo es un posible candidato aunque esté muy bien “colocado” en una empresa.
Los cazadores de talentos saben que un mensaje “interno” en la red social puede ser suficiente para tentar al “exitoso” profesional y hacerlo saltar como un batracio de una hoja de nenúfar a la otra.
9 – No puedo devolver el tiempo
Así como no puedo hacer crecer nuevo cabello en la mayor parte del área de mi cabeza, tampoco puedo hacer que mi hoja de vida sea más fascinante o más exitosa o más certificada.
Han sido más de cuatro décadas de trabajo de campo, de laboratorio, de oficina, de aula de clase, de asesoría, de emprendimiento, de éxitos y fracasos.
Mi vida laboral y biológica está aquí, en cada arruga, en cada dolencia, en cada cicatriz, en cada recuerdo, en cada kilómetro viajado, en cada relación, en cada amigo, en cada sueño realizado o no. No tengo forma de certificar todo eso y no lo voy a hacer.
Si alguien no quiere contratarme porque el pasado de la otra candidata es más impresionante, más llamativo, más apetitoso, pues es su problema. Si alguien cree que los triunfos anteriores garantizan el éxito futuro, está muy equivocado.
No tiene ni idea de lo que el futuro de su empresa, conmigo en ella, podrá ser.
Guillermo Ramírez